El verdadero valor de un hombre se determina examinando en qué medida y en qué sentido ha logrado liberarse del yo.

Albert Einstein

Querida alma que esto lees:

Bien sabes, al igual que yo lo sé, que hay algo dentro de ti que no envejece, que no trasciende desde el tiempo ni el lugar.

Es algo que no puede tener nombre —pues si así lo fuera, perderíamos su poder en nuestras pobres manos— pero que reconoce la Verdad cuando la oye, porque la Verdad, nunca lo olvides, siempre Es.

Algo que ha viajado acompañándonos a través de infinitas vidas, universos y tiempos y que, aún en medio del ensordecedor ruido por el que se la envuelve y que intenta aislarla, siempre está, siempre sabe, siempre conoce.

Esa es tu esencia. La verdadera profundidad del Ser.

No es tu personalidad enmascarada.

No es tu historia ni tu pasado.

No son los que te acompañaron o te dejaron.

No es lo que tienes o lo que perdiste.

No son tus miedos, ni tus heridas, ni tus logros.

Es la llama que nunca se apaga, que siempre alumbra y calienta.

Es lo que Es y por encima de todo eso.

La conciencia que observa en silencio, incluso cuando tú, nosotros, nos olvidamos de su presencia.

La Matrix, ese gran tejido de creencias, distracciones y automatismos —que nos limitan, nos atan y encarcelan— tiene un solo propósito: que te olvides de tu esencia. Que te confundas con tu personaje; el de aquí, el de este tan insignificante como indefectible mundo, tan hermoso como roto —cargado de ego melancólico a la vez que soberbio—. Que vivas desconectado, buscando fuera lo que siempre estuvo tan adentro de ti.

Pero siempre llega en la vida, aunque sea como un último aliento, un momento —tal vez ahora, mientras lees esto— en el que algo comienza a despertar.

Y ya no puedes volver a dormir.

Tal vez te cuestiones lo que una vez fue pero ya no te sirve.

Tal vez empiezas a intuir que no estás aquí simplemente para sobrevivir, sino para recordar, sino para ser.

Que no eres una casualidad biológica en un enmarañado conjunto de universos sin fin, sino un alma con propósito y sentido.

Que tu vulnerabilidad no te debilita… sino que realmente te humaniza. Te hace auténticamente tú.

Y que tu verdadera fuerza no está en imponer, sino en ser.

Recordar tu esencia no es algo que se logre de golpe.

Es un proceso suave, como quitar velos con sumo cuidado.

Cada vez que eliges el amor en lugar del miedo, te acercas.

Cada vez que haces silencio, te acercas.

Cada vez que perdonas, sueltas, respiras… te acercas aún más.

Y cuando la recuerdas, aunque tan solo sea por un instante sutil, todo cambia.

La Matrix ya no puede tocarte del mismo modo.

Porque has salido del juego, sin moverte de lugar.

Ese es el verdadero despertar.

Y no necesitas hacer nada extraordinario.

Solo dejar de olvidar.

Con amor y gratitud por tu valentía,